Dra. Verónica Miriam Guzmán Sandoval
Profesora e investigadora de tiempo completo de la Facultad de Psicología de la Universidad de Colima
gus_vero@ucol.mx
Ayer justamente reflexionaba sobre el tema de la felicidad, este tema obliga a preguntarnos:
¿Qué es para mí la felicidad? ¿Qué me hace feliz? ¿Soy feliz?
En un ambiente cambiante y lleno de incertidumbres, el día mundial de la felicidad es importante. La Asamblea General de la ONU decretó en la resolución 66/281, al 20 de marzo como el día mundial de la felicidad, desde el 2012. Este día invita a los países a invertir en condiciones sociopolíticas que favorezcan la felicidad y el bienestar de las personas mediante la defensa de los derechos humanos, el cuidado del medio ambiente, la cultura de la paz y otros principios de gobernanza en los marcos políticos.
Pero, ¿Qué es la felicidad? Existen diversas definiciones de felicidad. Existe una definición de felicidad desde la religión con el estudio filosófico de San Agustín, el cual postula que la felicidad se encuentra en el aspecto de la salvación y el acceso al paraíso. También, a través de la historia, la felicidad ha sido plasmada en obras pictóricas, la más icónica es la obra de la Monna Lisa (La Gioconda) “La alegre, la contenta” -quien en realidad es Lisa Gherardini, esposa de Francesco Giocondo-, la obra magistral del gran da Vinci, pintada entre el 1503 y 1519, retrata de manera sútil y magistral la felicidad de una mujer con un rostro sereno, en calma, con buen estado de salud y economía; son atributos de una persona feliz, pero no son todos, existe otro más importante: la apreciación personal, es decir, saber contestar a la preguntas ¿Quién soy y qué deseo en mi vida? ¿Soy feliz a pesar de mis retos cotidianos, de mis equivocaciones y limitaciones? Estas preguntas se asocian a la conciencia de sí mismo, conciencia provista por la corteza insular (esta se encuentra en lo profundo del cerebro). Esta área paralímbica se encarga de la percepción y modulación de la sensibilidad, del procesamiento emocional (odio, miedo, alegría, felicidad, tristeza) y de estímulos, además de proporcionar la tonalidad emocional a cada evento.
La felicidad es un estado emocional caracterizado por la satisfacción física y espiritual, pero también podríamos ver a la felicidad como un estado neuroquímico sustentado por la dopamina, neurotransmisor de la felicidad. La dopamina regula el estado emocional y afectivo de la persona, produce placer y relajación; el exceso de esta sustancia está asociada a algunos trastornos como la bipolaridad y la esquizofrenia, mientras que un déficit de dopamina se relaciona con la depresión mayor y el déficit de atención con hiperactividad. Otros neurotransmisores también se han vinculado a la felicidad, como la serotonina, un neurotransmisor encargado de regular las emociones y recientemente a la oxitocina, hormona encargada del establecimiento de vínculos afectivos.
No sólo la apreciación personal y las estructuras del Sistema Nervioso Central (SNC) determinan nuestra felicidad, el tiempo y el tipo de sociedad tienen una influencia directa respecto a nuestros niveles de felicidad. Históricamente las sociedades apolíneas, sociedades que se caracterizan por la búsqueda de lo espiritual, ven a la felicidad como un equilibrio de valores que definen qué es bueno, bello y útil; sin embargo, para las sociedades dionisíacas, la felicidad aparece tras saciar un placer. Estas sociedades buscan cumplir sueños y su inspiración está en el éxtasis, por el contrario de las sociedades apolíneas, se caracterizan por una emotividad desbordada y por la producción de sus integrantes. Ambas sociedades están conectadas y requieren encontrar un equilibrio entre lo interno y lo externo para llegar a la felicidad.
Byung-Chul Han, filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artesde Berlín, refiere en su libro “ La salvación de lo bello”, que las sociedades buscan lo bello como atributo primordial para encontrar la felicidad, lo cual se refleja en las esculturas de Jeff Koons, estas sociedades encuentran en lo estético de los objetos -lo plano y lo liso- los estándares de belleza y la felicidad de las personas. Aspectos que se confirman en otro de sus libros titulado “La expulsión de lo distinto”, en el cual señala que las sociedades contemporáneas buscan seres homologados iguales y la expulsión de lo distinto, dichos valores crean depresión y la autodestrucción de las personas intentando ser igual a otras.
Después de todos los factores, tanto internos como externos, que influyen en la felicidad ¿cómo puedo encontrar la felicidad? La psicología positiva pone énfasis en el bienestar y Seligman (1998) refiere que uno de los caminos podría ser el apoyar a otros. Además, podríamos pensar que la felicidad se encuentra en:
1. En lo simple.
2. Centrarse en el presente.
3. Poner límites.
4. Buscar una meta u objetivos que cumplir.
5. Incluir hábitos saludables a nuestra vida, aproximadamente 30 minutos.
6. Decir palabras positivas al día.
7. Incluir actos positivos o de servicios al otro (ayudar).
8. Cultivar la voluntad.
9. Evitar relaciones tóxicas.
10. Evitar compararse con los demás.
Conclusión
No existen recetas para encontrar la felicidad porque la felicidad es una experiencia subjetiva y relativa, cada individuo tiene aspectos que lo hacen sentirse feliz. La percepción de felicidad, la salud mental que tenga la persona y los procesos neurocognitivos, mediados por neurotransmisores como la dopamina, serotonina y oxitocina, así como, por estructuras del SNC como el sistema límbico y la corteza insular encargada del procesamiento sensorial y emocional son claves de la felicidad.
La felicidad es un proceso e implica una búsqueda, debemos buscar en el interior (en el silencio) y en la respuesta a las preguntas ¿quién soy yo? ¿Qué deseo? ¿Qué me hace feliz? y en encontrar un equilibrio entre las contradicciones y los conflictos. La conciencia sobre nosotros mismos, el tiempo y el tipo de sociedad influyen directamente en nuestro estado emocional y en la felicidad.